17 junio 2009

Yaka (Por Patricio Eleisegui)



Vi que se preparaba para bajarme y ahí nomás decidí enganchar para adentro con la zurda. Todo en velocidad. Vértice derecho del área grande. El Yaka, en su rol de Enrique Hrabina serrano, me salió con las dos piernas para adelante pero yo estuve más rápido. Y lo gambeteé un segundo antes. Seguí con la pelota y él se hizo invisible en medio de una nube de tierra.

No recuerdo cómo terminó la jugada. Probablemente la tiré afuera. Pero lo cierto es que el Yaka fue cómplice en el que fue –sospecho– el mejor dribbling de mi historia. Una historia breve, claro, pero significativa. Como la de muchos.

¿De dónde venía lo de Yaka? Más claro echarle agua: de la serie de televisión Shaka Zulu. Esa que en los 80 copaba la pantalla del bahiense Canal 9 Telenueva. La historia del jefe tribal africano que a principios del siglo XIX pusiera contra las cuerdas a los británicos. Nuestro Yaka era el negro con el que nadie quería pelearse. Serio. Duro. Fortachón. Para el fútbol... áspero como pata de langosta, diría un amigo.

A la par de esos músculos que el Yaka entrenaba a base de pesas caseras, armadas con fierros desbalanceados, palos de escobillón, y ejercicios sacados de una revista o del comentario de un conocido, el tipo desarrollaba un sentido de la nobleza que lo volvía uno de los amigos más valiosos. De los personajes más queribles del pueblo. Así como resaltaba por lo serio, también lo hacía (y seguro lo hace todavía) por su carcajada.

Pero no todo era mérito del Yaka. Eso lo supimos con el tiempo. La clave estaba en esa casa allá arriba, en San Bernardo. En ese pedazo del barrio donde la calle se hace sierra y el viento es un látigo que castiga sin descanso. En verano y en invierno. Lo de buen tipo le venía de sus viejos. De Delia, madraza y laburante incansable. De Roberto, paisano recio de la estancia Esmeralda y peronista de esos que toman la palabra en los asados para desatar la más encendida de las discusiones.

El Yaka aprendió. Y nosotros, los que compartimos con él desde los recreos en la Escuela Nº6 hasta los picados en la cancha de Villa La Arcadia y las tiradas de cabeza en el dique, también aprendimos con él. Por eso estas líneas. La gambeta que sigue siendo genial en el tiempo. El Yaka destapando una Quilmes con los dientes en vez de usar el culo del encendedor...

Hoy, 17 de junio de 2009, un periodista amigo me comenta que “acaban de avisar que murió el viejo Maidana, papá del Yaka”. Roberto. El gaucho flaco de la barba candado. De ahí el recuerdo. Como una forma de estar cerca de aquellos a los que uno les debe tanto. Superar las distancias para que llegue el abrazo. El pésame.

Porque en ésta, en la complicada, volvemos a estar todos. Porque con la muerte de uno de los tuyos, Yaka querido, también se muere uno de los míos. Uno de todos. Parte de la mejor historia. Parte de Sierra de la Ventana...

2 comentarios:

Marta dijo...

Me adhiero totalmente a tus palabras,no pudieno evitar que mis lágrimas emanen silenciosamente, un abrazo a la distancia para toda la familia Maidana, en especial a Delia, esa MUJER que comparte su risa franca con todos los que la conocen.
Saludos
Marta Eleisegui

Anónimo dijo...

De chico recuerdo haberle tenido un poco de miedo, a esa mirada del yaca..con el paso del tiempo, las cervezas y los vinos me fueron acercando mas al loco...la verdad un bajopn la noticia del viejo Maidana,, se fue otro pedazo de la historia del pueblo...
Guillermo

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